domingo, 8 de noviembre de 2009

¿El futuro transatlántico peruano?


Por Germán Alarco TosoniInvestigador principal CENTRUM Católica
La semana pasada nuestro ministro de Economía y Finanzas señaló que la economía peruana va en camino a ser un transatlántico en el largo plazo. En fechas previas reinició la fiesta de los números, comentando que nuestra economía crecerá 5% en el 2010. Lamentablemente se trata de señales inadecuadas, tanto por el número a todas luces precipitado, como a la metáfora de una embarcación que requiere de un buen diseño y construcción, condiciones de flotación y de navegación en circunstancias normales y difíciles, y de una tripulación capacitada para llevarnos a puerto seguro. En esta nota vamos a centrarnos en las condiciones de las “corrientes marinas” y “climatológicas” de la economía internacional. La discusión detallada sobre la frágil estructura productiva nacional y la tripulación merecen otros espacios.
Visibilidad cero
Existen razones estructurales y coyunturales para afirmar que aún no se reinicia la reactivación de la economía internacional. El desempeño de los mercados de valores, de los precios de la energía y de los metales nos son señales suficientes. El índice de confianza de los consumidores de EE.UU. (Conference Board) que mide las expectativas de consumo, se redujo en octubre a un nivel de 47.4 respecto de 53.4 en septiembre. Las ventas de casas nuevas se redujeron en septiembre, reportadas la semana pasada, en 3.6%, respecto de un incremento esperado de 2.6%, revirtiendo la tendencia ligeramente alcista de los últimos cinco meses. La información positiva sobre el producto norteamericano del tercer trimestre es relevante para mostrarnos que ya se “toco fondo”, pero no concluyente como señal de crecimiento sostenido.
No puede haber reactivación de la economía internacional con una tasa de desempleo en la economía norteamericana del 9.8%, acercándose al 10%, ni con una fuerza laboral subempleada de magnitud similar. El motor de la economía es el consumo privado y tanto las condiciones de astringencia crediticia, el comportamiento frugal, como los niveles de sobreendeudamiento de las familias, contrarrestan de manera evidente la mejoría parcial del mercado de valores norteamericano. En esta crisis confluyen tanto los problemas de demanda efectiva de la economía norteamericana, asociados a una estructura del ingreso cada vez más desigual, como la fase de transición inconclusa de una onda expansiva de largo plazo, sustentada en el petróleo, a otra basada en la microelectrónica. Sin mejora de la distribución del ingreso y sin un cambio técnico incluyente (que genere más empleo e ingresos), los problemas de demanda subsistirán, a menos que las exportaciones crezcan aceleradamente o la política monetaria y fiscal anticíclica continúe indefinidamente, lo cual no es posible.
Entre 1980 y 2008 la participación de las remuneraciones respecto del producto norteamericano se ha reducido del 60.1% al 55.7% (Bureau of Economic Analysis, 2009). Se trata de US$ 700,000 millones de menos demanda. A nivel de los ingresos de las familias, el 40% de los más pobres tenían en 1980 una participación del 14.4% del total nacional, mientras que en 2008 recibían solo el 12% del mismo. El 20% de las familias más ricas elevaron su participación del 44.1% al 50% del ingreso nacional.
La desigualdad en EEUU es significativa, pero la desigualdad de la “embarcación” peruana es mayor. A partir de los indicadores del Banco Mundial (abril del 2009), con información al 2007, el PBI promedio peruano por hogar (4.06 personas promedio nacional) es de US$ 13,840 anuales, con la posición 113 a nivel mundial. Estamos ligeramente por arriba de Tailandia y Jamaica. Sin embargo, el 10% de los hogares más pobres genera un producto de apenas US$ 2,076 anuales a nivel de Mali (posición 183) y el 40% más pobre de US$ 4,117 de Lesotho y Camerún.
Permanencia de condiciones huracanadas
La crisis económica internacional no es un evento cualquiera. El futuro será en definitiva diferente del pasado cercano. Hay sobre la mesa un conjunto de nuevos elementos que definen nuevas oportunidades y amenazas. La crisis económica internacional dejaría una secuela de problemas asociados a importantes desequilibrios en las finanzas públicas, una menor demanda externa, mayores niveles de deuda respecto del producto, niveles de liquidez por encima de los niveles pre-crisis, mayor depreciación del dólar americano respecto de la mayoría de las monedas internacionales, niveles de desempleo y subempleo más elevados, precios de los energéticos y de los principales metales al alza.
La combinación de todos estos elementos generaría menores flujos comerciales y una mayor astringencia financiera que frenarían las tasas de crecimiento del producto de los países centrales y periféricos. El mayor dinamismo de la economía china no tendría la capacidad de impulsar la economía mundial en la medida en que solo es un poco menos de la cuarta del producto estadounidense (24.1% exactamente). No nos olvidemos tampoco de que gran parte del desempeño de las exportaciones de cobre, plomo y zinc se asocian a la evolución del sector construcción. En la crisis y después, luego de las operaciones de acumulación de inventarios de China, es probable que la demanda y los precios tiendan a reducirse en razón a que este sector, internacionalmente, muestre un crecimiento muy reducido.
Por último, es importante señalar que ojalá que nuestra economía no sea como el Titanic, que se hundió luego de colisionar con el primer iceberg que le salió al paso. La mayor parte de los pasajeros y su valiente tripulación perecieron como una respuesta a la arrogancia de sus dueños y constructores.

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