domingo, 29 de noviembre de 2009

Memorias del futuro


Por Eloy Jáuregui

Enseño periodismo utilizando entre otros artefactos dos documentales en Youtube: “Epic 2015” y “Prometeus”. En ambos se trata el futuro de la prensa escrita. Los dos tienen una visión apocalíptica del devenir de los medios. De aquí en un tiempo, el periodismo tal como lo conocemos hoy –sí, ese que usted está leyendo en este momento– ya no existirá más. La prensa digital y electrónica solo operará para cada usuario y ya no utilizará papel. Cada ciudadano recibirá la información que necesita y hecha única y exclusivamente para él.
¿Y la crónica? Será como un texto de Garcilaso o de Guamán Poma. Arqueología de la información. ¿Y el periodismo de investigación? Nada, un tratado de hermenéutica de la ética periodística. Los grandes grupos periodísticos se fusionarán. El gigante Google se tragará a todos los demás. Existirá una homogenización de la escritura que construirá un lector terso y análogo. ¿Tanto así? No creo.
Conozco el periodismo desde sus tripas. A los 7 años mi padre me envía a la redacción de La Prensa, allá en el Jirón de la Unión, a entregarle unos libros al maestro Alfonso Grados Bertorini. La sala era pequeña, con escritorios, máquinas Remington, olor a cigarro y trago, unos hombres de bigotes, traje y sombreros y la tinta corriendo en medio de los pasadizos. Yo pensaba de niño que los periódicos los hacía una máquina maravillosa y no gente de carne y hueso. Luego me di cuenta de que existía el animal periodista. Ese que llegaba a mitad de mañana, discutía, se iba de butifarras, piscos y bajativos y luego regresaba y escribía como un condenado hasta la madrugada. La edad del plomo, la bohemia, la jarana y las ombliguistas.
Hoy las redacciones son higiénicas, mezcla de quirófano y laboratorio. Nadie pega un carajo como los de Guillermo Thorndike cuando un escribiente no levantaba la nota informativa por el lado bizarro del asunto. Ese panorama de jolgorio y resaca de las redacciones está descrito maravillosamente en el cuento “El infierno tan temido” de Juan Carlos Onetti y también de tragedia en un tango de Astor Piazzolla. Y a uno se le iba la vida por terminar con un remate genial su crónica policiaca. Y entregabas sus 5 cuartillas y esperaba que la diagramen y luego el jefe levantaba la ceja y la tiraba en un cubil para que vaya a talleres. Y ese era el ritual. Y al día siguiente uno hallaba sus notas en la página nona de un periódico de ayer: “y a mediodía ya noticia confirmada y en la tarde materia olvidada”.
Y es melancolía del futuro, la mía. Y hoy leo que el “Washington Post” cierra ya parte de sus oficinas. Que el famoso diario norteamericano perdió 166.7 millones en los 9 meses de 2009, que el periódico dice que la medida afectará a sus oficinas en Nueva York, Los Ángeles y Chicago, que los periodistas serán despedidos o asignados a nuevos puestos en la capital, que el problema fue evidente para los lectores en los últimos meses que han visto que el diario cuenta con un número de páginas cada vez menor, y que el periódico ya había cerrado sus oficinas en Austin, Denver y Miami. No era ficción, la verdad de las mentiras de esos agoreros de los documentales. El periodismo se muere, ay. Pero los periodistas, jamás.

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