domingo, 8 de noviembre de 2009

Lima panamericana

Se requiere más planificación que entusiasmo.
A pesar de que no se logró el objetivo de que Lima fuera sede de los Juegos Panamericanos 2015, creo que fue muy acertada la decisión de postular y que el esfuerzo desplegado –incluyendo el viaje del presidente Alan García y del alcalde Luis Castañeda a Guadalajara– es valioso y debe convertirse, sobre la base de la experiencia ganada, en compromisos futuros para conseguir mejoras significativas en los planos deportivo y urbanístico.
Ello obliga, sin embargo, a realizar un análisis de los motivos por los que la capital peruana no fue elegida, pero sobre la base de un diagnóstico realista que sirva para volver a postular en el futuro con mayores posibilidades de éxito, y no en base a comentarios propios de bobalicones.
Si nos vamos a tragar el cuento increíble de que Lima y Bogotá perdieron porque solo le regalaron a cada miembro del jurado una botella de pisco y un libro de Gabriel García Márquez, respectivamente, y que Toronto ganó porque se apareció con blackberries y play stations, entonces estamos fregados.
Porque si eso fuera cierto –que por supuesto no lo es–, en el próximo concurso nos aparecemos con un BMW para cada jurado y la hacemos linda. O le pedimos a Vladimiro Montesinos que, como parte de su rehabilitación, nos diseñe un plancito para coimear a los que tomarán la decisión ¡y listo el pollo!
No justifiquemos la derrota con argumentos falaces. Hagamos diagnósticos realistas como, por ejemplo, el que ya está elaborando Tokio para identificar por qué perdió frente a Río de Janeiro en su intento de ser sede de las Olimpíadas 2016.
Por ejemplo, problemas como los mencionados en Desde el tercer piso: no tenemos proyectos de infraestructura deportiva en serio o la carencia de una política deportiva. Pero miremos más allá del deporte: Lima es una ciudad con un problema de seguridad creciente, su infraestructura es lamentable, y el transporte público un mamarracho en comparación con ciudades de la región que tienen, por ejemplo, un subterráneo.
¿Nuestras autoridades circulan por la ciudad a las seis de la tarde? ¿Saben que para ir a un partido importante en el Monumental de Ate se requiere entre la ida y la vuelta unas cuatro horas? Aún faltaban cinco años para el 2015, pero la verdad es que, como ciudad, no andamos bien.
Se requiere más planificación que entusiasmo en la infraestructura deportiva y urbanística para estar a la altura del desafío, lo cual no implica que haya sido un error postular para el 2015. Por el contrario, que nos sirva de experiencia para convertir la frustración de esta postulación en compromisos para que Lima sea una mejor ciudad. Para los que vivimos en ella y para los que nos visitan.
Por Augusto Álvarez Rodrich

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