domingo, 29 de noviembre de 2009

Rey tuerto en país de ciegos


Por Augusto Álvarez Rodrich.

La importancia de ver con quién nos comparamos
Aunque el presidente Alan García interprete la crítica como ataque personal e intento de “detener el desarrollo”, y acuse de “perro del hortelano” a todo lo que no coincida con él, es indispensable que no se pierda el sano ejercicio de hacer notar lo que no está caminando como debiera o cuando su excelencia se equivoca y nadie en su creciente entorno ayayero se atreve a comentárselo.
Hace un par de días se anotó en este espacio, como algo positivo, la arenga presidencial a la empresa privada para que retome el ritmo de la inversión perdido en el año crítico del 2009, especialmente cuando esta plantea varias exigencias. Pero ello no debe impedir darse cuenta de que el gobierno también tiene una enorme agenda pendiente que no será cumplida en este lustro político, y de que este no es –como repiten algunos apristas– “el mejor gobierno de la historia peruana”.
Su principal error es no haber lanzado las reformas de fondo que permitieran empezar a vislumbrar que, algún día, el Perú ingrese al club de naciones que –como Singapur, Nueva Zelanda o Taiwán– lograron, en tres o cuatro décadas, convertirse en jugadores de la primera liga mundial. En esa ruta no estamos.
Ir en esa dirección no solo requiere ser un administrador sobresaliente de la macroeconomía –como ha sido este gobierno– sino el valor para lanzar reformas profundas en áreas como educación, salud, seguridad o justicia, organización del sector público y el servicio civil, o la transformación del sistema político. Eso no ha sucedido ni sucederá en este lustro, y es lamentable que se hayan desaprovechado los primeros años cuando el escenario internacional sí era favorable y no como ahora.
Eso no fue posible por falta de claridad conceptual sobre lo que se debía hacer y por ausencia del coraje requerido para emprender reformas cuyos costos políticos son altos. Asimismo, por la costumbre del presidente García de ver siempre el problema del otro pero nunca el propio. Lo que mejor le sale es tirar responsabilidades. Por ejemplo, a la caída de la inversión privada en este año que ha sido, sin duda, complicado.
Por ello, cuando el presidente se pasea orondo en medio de tantos que celebran su paseíllo, fue refrescante escuchar en el último CADE al economista Sebastián Edwards destacar la relevancia de que países como el Perú no se comparen con la mediocridad relativa que impera en América Latina sino con la primera liga del desarrollo mundial. Una comparación con esa perspectiva permitirá concluir que en la segunda presidencia de García se habrá mantenido la senda de crecimiento que empezó en los noventa pero sin el impulso indispensable para ir hacia la liga mayor.

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