domingo, 29 de noviembre de 2009

Dos elecciones


Es por lo menos curioso que América Latina tenga dispuestas para el mismo día dos elecciones totalmente opuestas en sus significados. En el sur, los uruguayos elegirán a un ex guerrillero, reinsertado en el sistema electoral, que en ese país ha dejado de estar monopolizado por los dos partidos de la oligarquía, que no admitían competencia y que empujaron a los jóvenes tupamaros de finales de los 60 y comienzos de los 70, a la rebelión, en la que murieron muchos de ellos y otros sufrieron dura carcelería durante largos años, hasta recuperar su libertad, entre ellos el candidato superfavorito de hoy, José Mujica. Mal que les pese a la caverna peruana, es en una elección totalmente libre, con electores educados y sirviéndose del sistema de dos vueltas que permite la coalición de los viejos partidos contra el candidato peligro que amenaza desalojarlos (como ocurrió en el Perú en el 2006), que se vislumbra un resultado apabullante contra la vieja derecha de ese país. En Bolivia también se viene una victoria en primera vuelta del presidente Morales, con una derecha dividida y desorientada que aplicó la violencia y el de- sacato para torcer la voluntad popular y ahora retrocede en todos los frentes. Por ello las esperanzas de la reacción latinoamericana están puestas en un pequeño país de Centroamérica donde hace cinco meses los militares sacaron en pijamas al presidente y lo enviaron al exilio, despejando el camino para que unas horas después el Congreso y el Poder Judicial intentaran “legalizar” el golpe, arguyendo supuestas violaciones constitucionales que justificarían la acción de fuerza. Un país plataforma de los intereses de EEUU para intervenir en naciones vecinas es, por ahora, una prueba de laboratorio, para encontrar la fórmula exacta para detener la tendencia a la izquierdización del continente.El golpe “legal”, seguido de elecciones bajo control de los golpistas y con los golpeados perseguidos, es el diseño que se ha ido perfilando en la crisis hondureña, luego que fracasara el proyecto de golpe simple en Venezuela en el 2002, y el de secesión y violencia que se le aplicó a Bolivia. En Honduras se ha creado la teoría de que lo más inconstitucional es intentar sustituir la constitución, aún por el procedimiento que la originó, es decir la Asamblea Constituyente. Consultar al país para saber si está de acuerdo en seguir ese camino, es un pecado mortal que autoriza violar el principio de todas las constituciones democráticas que es la prohibición del golpe de Estado. Las elecciones en Honduras, con estado de sitio, soldados en las calles, represión contra los movimientos sociales, censura de prensa, control de los órganos electorales, exclusión de los sectores políticos opuestos al golpe, etc., han sido aceptadas por Washington, con el acompañamiento de Perú, Panamá y Costa Rica, como un recurso de la “democracia”, luego que Micheletti resistiera todas las presiones y se burlara de todas las negociaciones, hacia una relativa reinstitucionalización. El éxito de estas “elecciones” será la victoria de la extrema derecha que ha empezado a ganar terreno en la era Obama.

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