domingo, 15 de noviembre de 2009

Memorias del cóndor asesino


Por Eloy Jáuregui

El recuerdo de un plan militar diseñado para el exterminio.

Una alumna me trae desde Buenos Aires varias ediciones del diario Página 12. Un periódico para leer y no para “ver”. En la tapa que corresponde al 4 de noviembre (ver: http://www.pagina12.com.ar/diario/principal/index-2009-11-04.html) descubro el titular: “La ceremonia del reencuentro”. Que advierte en su volanta: “El nieto de Noemí Molfino, la Madre de Plaza de Mayo secuestrada en el Perú y asesinada en España por los represores…” Un momento. ¿Secuestrada en el Perú por los represores? Sí, señor. Le cuento. La ciudadana argentina Noemí Gianetti de Molfino vivía en el distrito de Miraflores en Lima desde el verano de 1980, refugiada por amenaza de muerte al haber denunciado el secuestro de su hija Marcela y su esposo Guillermo Amarilla por la dictadura militar argentina.

En junio de ese año, mientras el general Morales Bermúdez gobernaba el Perú, un grupo de tareas de las Fuerzas Armadas argentinas se radicó en Lima para realizar operativos contra supuestos guerrilleros. Estos militares trabajaban en colaboración de sus pares peruanos e incluso gozaban de la protección de la embajada norteamericana. La acción era parte del “Plan Cóndor. Fase 2”, una empresa siniestra –según el periodista norteamericano John Dinges– en las que las fuerzas represivas de las diferentes dictaduras militares del Cono Sur (Pinochet, Videla, etc.) colaboraban entre sí para “eliminar” a sus adversarios políticos. Así, la señora Molfino y otros dos ciudadanos argentinos, María Inés Raverta y Julio Ramírez, fueron secuestrados en las calles de Miraflores a plena luz del día, digamos, a la altura de donde hoy queda la tienda Vivanda de la Av. Benavides.

Documentos desclasificados del Departamento de Estado de los EEUU narran que los detenidos iban a ser llevados a Bolivia para ser deportados a la Argentina y allí serían “desaparecidos”. Pero según Página 12, hasta hoy, Raverta y Ramírez fuese como si se los tragó la tierra, y la señora Gianetti de Molfino apareció muerta en un hotel de Madrid, un mes después de su secuestro en las calles de Miraflores. Ya lo dije, era 1980. Era aquel tiempo de ira irrefrenable. Eran esos días de la muerte cotidiana. “Oiga, Jáuregui, y por qué escribe de cojudeces del pasado”. Por la memoria, digo yo. Y quiero recordar a mi maestro Eduardo Galeano quien decía algo así como que la memoria es ese ‘ahora’ donde los hombres confiesan que su curiosidad por todo cuanto acontece en el mundo es infinita, ayer, hoy y mañana, y que un narrador solo se dedica a rastrear los extraños viajes de las palabras.

Eso, el viaje de las palabras me hacen escribir que el ex dictador Francisco Morales Bermúdez, a quien Jorge Basadre calificó como “felón” por haber traicionado a Velasco Alvarado y el general Pedro Richter Prada, quien fuese su hombre de fierro y primer ministro, son buscados por el Poder Judicial de Italia, precisamente para juzgarlos por los asesinatos y desapariciones de Noemí Gianotti de Molfino, María Inés Raverta y Julio Ramírez. ¿Todos los militares son asesinos? No. Conozco a soldados, aviadores y marinos, patriotas, honrados y honestos. Pero aquellos que mandaron a matar, no solo la justicia sino el buen periodismo, los juzgará.

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